Cantos, oraciones, y suma regocijo antecedieron al acto solemne de la participación del pan y el vino, los cuales con la autoridad del Apóstol de Jesucristo fueron bendecidos para causar los efectos espirituales vindicativos y regenerativos de perdón, comunión y unidad, de esta manera los participantes fueron unidos en un solo cuerpo, pues así se lee el pasaje bíblico: “siendo uno el pan, nosotros con ser muchos, somos uno”.